¡SE VA UN GIGANTE!

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Monterrey (INDE).- Vuelta al cuadro con máximos honores para César L. Faz.

Justo hacen 60 años de la hazaña de los Pequeños Gigantes, y César recibió la señal del Creador para dejar su existencia.

Deja un cúmulo de logros, hazañas, anécdotas, pero sobre queda el incansable espíritu de lucha que desarrolló en aquellos pequeños peloteros de la Liga Industrial, que por primera vez dieron a Nuevo León y México un título en la Serie Mundial de Williamsport.

“César fue un motivador natural”, dijo Raúl González Rodríguez, Director General del INDE, “podía convertir sus vivencias en retos para los niños y cambiarles su forma de pensar, de jugar, de ver el beisbol”.

“Siempre derrochó optimismo, buscó el lado bueno de todo lo mano que podría surgir; eso hizo con los Pequeños Gigantes: ante las complejidades, encontraba salidas exitosas”, agregó.

Ayer, César L. Faz falleció a los 98 años de edad. Había nacido en San Antonio, Texas, donde tuvo sus primeros contactos con el beisbol. Practicó varios deportes y fue batboy del equipo local, sucursal de Grandes Ligas.

Al mudarse su familia a Monterrey siguió ligado al beisbol, llegando a jugar con los Industriales de Monterrey, antecesores de los Sultanes.

Militando en esta franquicia fue donde recibió el consejo de un grande de la pelota mexicana, el cubano Lázaro Salazar, quien le sugirió enfocarse a la dirección técnica, más que a jugar.

El destino quiso que el grupo industrial al que ingresara César a laborar tras dejar el beisbol como jugador, tuviera a su cargo el desarrollo del programa de Williamsport en la Liga Industrial.
Así delineó un nuevo camino, llevando de la mano a un puñado de niños soñadores del Monterrey pujante y emergente de finales de los 50s.

Contra viento y marea, él y sus jugadores fueron sorteando cuantos obstáculos iban apareciendo en el camino a Williamsport: ninguno los doblegó, ni el idioma, ni la diferencia de los físicos, ni el cansancio de los viajes, ni la falta de dinero, ni la pugna de razas que en ese entonces se vivía marcadamente en Estados Unidos.

Cada paso que daban era por si solo una hazaña, hasta llegar al juego final, que engrandecería aún más lo que hasta el momento habían logrado aquellos pequeños: el título en la codiciada serie y el juego perfecto de Ángel Macías.

Las generaciones presentes nunca olvidarán a los Pequeños Gigantes y a su entusiasta timonel. Las que están por venir algún día los conocerán y se fascinarán con sus hazañas.

Descanse en paz César L. Faz. (pi).